15 de Marzo de 2025
Para terminar el día, nos acercamos a la Ermita de Santa Elena. Perfectamente visible desde la carretera, no sé la de veces que habré pasado por allí, pero nunca me había detenido a visitarla, así que pensamos que este era el momento.
Resulta curioso cómo, en un espacio tan cercano, coinciden la ermita, una cascada, dos dólmenes, un barranco y un fuerte del siglo XIX construido para protegernos de nuestros vecinos franceses. Claro que, seguramente, la orografía y su situación en el camino hacia Francia han ido configurando el lugar a lo largo del tiempo.
Comenzamos por los dólmenes. El primero es uno de los mejor conservados del Alto Gállego; al segundo le falta la cubierta. Cubiertos de tierra, nadie sabía que estaban allí hasta su descubrimiento en 1931. De todas formas, ambos habían sido ocupados y saqueados con el paso del tiempo, por lo que apenas se encontraron restos de los enterramientos.
Continuamos hacia la ermita. Cuenta la leyenda que Santa Elena, madre del emperador Constantino, llegó aquí huyendo de los moros. Paró a descansar y, entonces, la piedra en la que se sentó tomó la forma de una silla, sus pisadas quedaron grabadas en el suelo y, además, brotó un manantial de aguas milagrosas…
De la existencia de la silla y de las huellas no pudimos dar fe, ya que la ermita estaba cerrada. Del manantial sí: forma la cascada, que es más bien un aguallueve,  justo a los pies de la ermita. Debido al frío, tenía unos buenos chupones de hielo que le daban un aspecto espectacular y que, sobre todo, me vinieron de cine para darle un poco más de interés a las fotos.

You may also like

Back to Top