El día planeado para la visita del cañón, sobre todo por las previsiones meteorológicas era domingo, que no es el mejor día para visitar un sitio tan popular. Para estos casos la única opción es aprovechar que la gente no madruga, lo comentamos en la posada donde estábamos alojados y conseguimos adelantar el desayuno a las ocho, así a las nueve y media ya estábamos a la entrada del cañón. De esta forma disfrutamos de un recorrido de ida muy tranquilo, pudimos ver la ermita de San Bartolome prácticamente solos, a la vuelta notamos la diferencia.

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